miércoles, 9 de marzo de 2011

Marzo Capitulo 2 " Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta " Rodrigo García

Marzo
Capitulo 2   " Prefiero que me quite el sueño Goya a que lo haga cualquier hijo de puta " Rodrigo García




Hace mucho tiempo que no me sentía tan contento de leer teatro y poesía, da la casualidad que la última vez fue también "ÉL" ...el artífice esquizofrenico de pensamiento caótico. No es leer teatro, ni guiones, ni libros, ni artículos de prensa y prensa sensacionalista (leo prensa canadiense a diario) si no leer algo que te llega, que te toca, lo que te esboza un mueca y continuas pagina tras pagina, como si te persiguiesen a ti, como si ese canalla que relatas eres tú e inexplicablemente se acaba el libro. Con la sensación grata, de que lo que has leído deberías pregonarlo a los cuatro vientos, como una buena canción, como un buen vino, como una película, pregonaremos en este caso que los libros se prohiben! Es la única manera que creo efectiva, única medida para que la sociedad se culturice y deje su particular Disneyland, su particular retroceso!


Cerremos los museos, cerremos los teatros, cerremos! Se vende, reza los carteles, quitemos la cultura de una vez y pongamos un gran cerrojo, uno de esos que ni los ladrones, uno de eso que pones a las ex (no a todas, algunas se merecen mi amistad otras llamar a los Cazafantasmas para días grises) y te sientes mas que seguro, uno grande, uno de acero, uno de película.


La curiosidad mató a mas de uno, entre ellos yo (etapas estúpidas volumen II). Así que si queréis leer a Shakespeare, ver a Goya o Picasso, degustar a Cortazar o recrearte en Kipling, mejor compra droga, porque será mas ilegal tener un libro y encima te verán como un bicho raro... y sólo entonces, daréis fe de lo grato que es tener un buen texto delante, que te lleva a donde no pensaste llegar porque no conocías. Ojala tengáis hambre y "queráis romper ventanas" ...Os dejo este pequeño fragmento de una obra que es llave para quién quiera abrir cerrojos :


"No puedes comprar nada que te dé estabilidad‚ porque la estabilidad tiene un precio‚ al menos la económica‚ que ya veremos la emocional‚ si es que existe. Ya que la estabilidad emocional depende directamente la estabilidad económica‚ me dice mi hijo de seis años.
Y yo le digo a mi hijo de seis años que me repita lo último que ha dicho.
Y el tío va y lo repite.
Y yo me reboto. Y le digo: mira pendejo de mierda‚ la estabilidad emocional y la estabilidad económica mantienen una relación inversamente proporcional. Así que no me toquéis las pelotas.
Y mi hijo mayor me suelta‚ el muy cabrón: con un kilo‚ chaval‚ me parece que eres de lo menos estable que me he cruzado últimamente por la calle.
Y yo les digo: no me seáis hijos de puta‚ nosotros no aspiramos a una vida estable‚
porque la vida es un follón de la leche y nosotros aspiramos a revolcarnos en ese follón‚ a confundirnos con lo que tocamos y a diferenciar en la bruma lo que nos da la gana y creemos pertinente: lo que nos pertenece a cada uno de nosotros. Según la genética‚ lo aprendido y el azar.
Y mi hijo de once años interpreta como le da la gana mis palabras y me suelta: a eso le llamo yo intensificar el vacío. ¿Tu de qué vas? ¡No somos unos tarados! ¿No vamos a ir a una discoteca a meternos pastillas‚ tío‚ qué cojones te pasa? Para cansar un cuerpo‚ nosotros lo vamos a cansar con cierto sentido‚ le vamos a dar a la fatiga nuestra propia orientación‚ tiempo y calidades.
Y el de seis años dice: Lo que yo busco es un rayo de plenitud
en medio de este marasmo estúpido
empeñado en agravar la nada.
Quiero ocultar algo de la vista de todos
y quiero cavar.
Y voy a coger una pala y voy a ponerme a cavar.
El vértigo no nos da ninguna clase de espesor.
Al contrario.
Tanta velocidad nos deja en los huesos.
Acumular experiencias –leí en un libro– no nos protege.
Y yo le suelto: ¿Ah‚ si?! ¿Y para eso queréis ir a Disneyworld‚ capullos?
Y mi hijo me habla del significado del pato Donald y yo me llevo las manos a la
cabeza.
No conozco a mis abuelos –dice.
No he heredado ninguna tradición.
No sé encender el fuego.
No sé ni dos palabras de un dialecto a punto de extinguirse y que
No puedo perpetuar.
Sólo puedo elegir entre agitarme o detenerme y coger de la mano a un tipo disfrazado de Mickey Mouse en Disneyworld y contar mis problemas y mis alegrías a ese desconocido todo sudado bajo el traje de muñeco.
Sólo al perro Pluto le puedo contar mi vida.
Me estáis jodiendo el proyecto‚ les digo. "






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